STOP PIROPOS
No piropee, señor.
Se abre el telón y se ve a un chico que camina tranquilo y solo por la calle. A unos metros ve un grupo de chicas sentadas en un banco, de su edad más o menos o quizá algo mayores. Se pone nervioso, no sabe si cruzar de acera, ya es demasiado tarde, está muy cerca. Decide seguir andando como si nada, sin mirarlas, acelera un poco el paso. Unos metros antes de llegar a su altura una de ellas le ve:
-Eh tú, sí, sí, tú… ¿dónde vas tan solito? Madre mía vaya vaya piernas, se merecen un monumento.
“No mires, haz como si nada”, piensa él. Pero otra del grupo continúa:
-¡Pero guapo, sonríe un poco, que es gratis y estás más mono! Que a dónde vas.
Él chico sigue sin establecer contacto visual, sabe que seguir para delante, sin hacer caso, es lo mejor. Ya ha sobrepasado el punto donde las chicas se encuentran, respira aliviado. Aunque al haberlas ignorado, una de ellas remata la jugada:
-Bueno hijo, tranquilo, no te pongas así, no te vayas tan rápido. ¿Te crees guapo o qué? Estrecho!
-Jajajajaja… el resto del grupo ríe.
Se cierra el telón. ¿Te suena de algo esta película? ¿Noooo? Obvio porque esto, sencillamente, NO PASA.
Ahora vamos a cambiar el género, pon a una chica que camina sola y que el grupo este formado por chicos. Esto ya nos suena más, ¿verdad?
Porque los piropos son una cuestión de género.
Y no hemos venido aquí a hablar de excepciones, de aquella vez que a tu primo Manolito le dijeron que vaya culo tenía en las fiestas de tu pueblo. Venimos a hablar de la norma, de la tendencía, de la normalización del piropo hacia la mujer. Vamos directamente a la definición que hacen de la palabra nuestres amigues de la RAE:
Piropo: 1. m. Dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien , especialmente la belleza de una mujer.
TANÁÁÁÁÁÁÁÁÁ!!!¿A que lo estás flipando en colores? Más objetivo imposible. Hasta Reverte lo aprueba.
Y una vez que lo “desnormalizamos” nos preguntamos y esto…¿por qué pasa? ¿casualidad? ¿suerte? ¿tradición? Amigas, las casualidades no existen y menos cuando hablamos de patriarcado. Esto pasa porque la calle es de ELLOS, el espacio público es suyo también. Por eso escupen en medio de la acera, porque es suya. Por eso el manspreading en el bus, porque también es suyo. Por eso a ti te da miedo volver sola de noche a casa y a ellos no.
Y también por eso, porque es suyo y nosotras somos algo que está, se pasea, corre, va al trabajo… en SU espacio, pueden opinar sobre nosotras.
Es una demostración de poder, ni más ni menos. ¿Alguien se cree que un tío que te grita en medio de la calle “Te comía la regla a cucharadas” alberga alguna esperanza de que te des la vuelta, le beses apasionadamente y te lo lleves a la cama? No. Pero lo hace. Lo hace porque puede.
¿Y cuando no lo hace? No lo hace cuando vas con tu hermano o con tu padre o con tu abuelo o con tu novio o con tu amigo del trabajo. No lo hace cuando te acompaña otro hombre. Por respeto a él, no a ti, no lo dudes.
Dejémoslo claro, los piropos no son graciosos, ni son nuestra cultura y si forman parte de ella, pues habrá que cambiarla. Porque la cultura y las tradiciones cambian y evolucionan, por eso no seguimos pintando bisontes dentro de las cuevas.
Los piropos no dependen de tu edad, ni de la ropa que llevas. Puedes tener 13 años e ir en chándal al cole o 50 y bajar en bata a tirar la basura. El único factor común es que te hacen sentir como una mierda, como un objeto, como una cosa.
Los piropos están ahí para cumplir su función: hacerte saber desde bien pronto cuál es tu lugar en el mundo: el de ser pasivo, el de objeto, el de complacer y existir para gustar… y callar.
Pues bien, si eres un tío y estás leyendo esto, cállate tu piropo, sé educado, sé respetuoso, ¿no dices que crees en la igualdad? Pues trátanos como a un igual. ¿No preguntas muchas veces con cara de cordero degollado, qué puedes hacer tu por el feminismo? Pues aquí tienes una tarea, para empezar. Y cuando estés en grupo, no te calles si ves un comportamiento de este tipo o surge debate sobre este tema. No-te-calles.
Puede que haya por aquí alguna mujer que aún diga, pues a mí me gusta que me piropeen. Correcto. Nos guste o no, puede pasar. Pero cuando un desconocido te asalta por la calle, no conoce tus gustos ni preferencias y ante la posibilidad de ofender, incomodar o asustar, siempre siempre siempre es mejor callarse. También existe gente que le gusta que le echen cera ardiendo en su piel desnuda y por ello no se nos ocurre ir con una vela encendida por la calle probando suerte, o qué.
Los mal llamados piropos no son más que acoso callejero hacia la mujer, normalizado y maquillado de tradición, picaresca y gracejo. Y se tienen que acabar.
Como ya nos hemos despachado a gusto, aquí os dejamos la retahíla de “maravillas” que nos habéis dejado en IG stories. Muchas se repiten bastante (la que más la de la regla a cucharadas, flipad) y nos llegaron cientos de mensajes, imposibles ponerlos todos, así que hemos seleccionado algunos (gracias a todas las que nos escribisteis). Por si a alguien le quedaban dudas de que esto es lo que vivimos las mujeres a diario.
“Me como todo lo que tenga pelos” 19 años. Masnou.
“Qué buen culo para plantar nabos”
“Quien fuera limón pa’ echarle un chorrito a tu chirla”
“Guapa, te daba con to’ lo gordo”. 24 años. Madrid.
“Te voy a comer to’ lo negro”. 14 años. Zaragoza.
“Chochito!!!” 16 años. Reus.
“Menudo culo, seguro que la chupas de maravilla”. 21 años. Barcelona. (dicho por un policía)
“Te voy a hacer sentir mujer”. 16 años. Ávila.
“Ay, tan rubita y vestida de negro, eres como un brownie” 21 años. Valencia.
“Con menos culo también se caga”. 15 años. Valladolid.
“Si no tengo pelos en la lengua es porque tú no quieres”. 17 años. Ávila.
“Me crece la polla cuando te veo”. 35 años. Madrid.
“Morena, chúpame el culo, que tengo arena” 19 años. Vitoria.
“Pero qué buena que estás, verás como vaya…” 28 años. Madrid.
“Te comía la regla a cucharadas” 25 años. Burdeos.
“Te cojo y te hago un hijo de tres cabezas” 28 años. Tenerife.
“Rubia, te voy a echar un polvo que te van a salir champiñones en el lomo de la humedad” 19 años, Albacete.
“A esa del perro, le hacía yo el perro”. 36 años. Madrid.
“Si fueséis chorizos, me comía hasta la cuerda” 14 años. Madrid.
“Así me gustan a mí las tetitas, redonditas”. 13 años. Vigo.
“Qué coleta más bien ella. Ojalá poder agarrarte por ella mientras me la comes” 15 años. Madrid.
“En esa boquita metía yo otra cosa que me sé” 14 años. Barcelona.
“Debajo del vestido ¿qué llevas? ¿tanga o nada?” 24 años. Zaragoza.
“Vas vestida de azul, eso es que eres muy inocente. Te quitaba yo la inocencia de una”. 21 años. Lyon.
“No tengas miedo, te vamos a violar con cariño. 21 años. Lyon.
“Quiero que me la llenes de caca”. Madrid. 30 años.
“Si tienes bonita la cara, cómo tendrás el coño” 24 años. Valladolid.
“Cómo no van a pasaros luego cosas” 11 años (se me veía la ropa interior por como estaba sentada)
“Umm, qué tetitas” 25 años. Madrid.
“Dónde vas con ese culo, reina y sin nadie para meneartelo?” 26 años. Gijón.
“En qué catálogo estás, que te pido para reyes?” 14 años.
“Vaya usted con Dios, que con su hija ya me quedo yo” 19 años. Benidorm.
“Mira: buena, bonita y barata”. 17 años. Tenerife.
“Te la metía hasta en el bolso” 21 años. Segovia.
“Te voy a chupar el coño hasta que se te metan los ojos pa’ dentro” 30 años. Sevilla.
“La paja que me voy a hacer con tu culo” 26 años. Buenos Aires.
“Si te doy 500 pesetas te vienes conmigo?” 11 años. Madrid.
Cristina Alonso y Cristina Valbuena.
